lunes, agosto 26, 2013

Para Gustavo Ott, de una venezolana de Gennys Pérez

Esto es una pequeña muestra de lo que pasa en Venezuela. La exclusión, la imposición, y la censura también lideran la cultura promovida por el Gobierno. Y algunos pretenden olvidar su historia, sus luchas y prefieren venderse. El arte no se puede imponer, no se puede pretender adoctrinar a través de él, eso si es una burla para cualquier persona, que lo más grande que puede tener es el poder de pensar, pensar por sí mismo y elegir. El arte está incompleto si se pretende ignorar ideas y opiniones. Es como una mesa con 3 patas.... Tremenda carta escrita por la dramaturga Gennys Pérez dirigida a su colega Gustavo Ott




Gennys Pérez 

Para Gustavo Ott, de una venezolana.

¿Están vinculados el teatro y la política? ¿Podrá el teatro caminar libremente sin sentirse perseguido políticamente? ¿Esto que se llama democratización de las instituciones culturales, qué significa? ¿Significa que dentro de cada institución tendremos que admitir un “supervisor-asesor” del Ministerio de la Cultura que husmee nuestros proyectos artísticos? ¿Nuestro arte tendrá que ideologizarse? ¿Qué significa la sentencia de esta semana del Ministro, “la fuerza de la ideología”? ¿Ideología, ideología, más ideología?. “Es la superestructura para ir cambiando las costumbres”, dijo nuestro Presidente… Me pregunto: ¿Qué costumbres tan desesperadamente quieren cambiar? En este orden de ideas: ¿Qué teatro podremos ver? ¿Qué teatro escribiremos? ¿Qué teatro podremos aplaudir? ¿Qué teatro podremos publicar? ¿Un teatro cercano a nuestras interrogantes actuales como ciudadanos? ¿O un teatro que no meta el dedo en la llaga a los temas que están en el tapete de nuestra sociedad? ¿Un teatro ideologizado? ¿Un teatro banal? ¿Un teatro que no toque temas políticos? ¿Qué no denuncie la corrupción? ¿Un teatro que no de cifras de asesinatos? ¿Un teatro que no sea social ni político? ¿Cuáles  dramaturgos y dramaturgas aparecerán y cuáles desaparecerán? ¿Tendremos también a unos Fiscales citándonos para declarar sobre nuestras obras, como le pasó al cineasta espontáneo Jackson Gutiérrez con su ópera prima “azotes de barrio”?, celebrado por la prensa como nuestro Quentin Tarantino de los barrios de Petare. Todo esto me lo pregunto, frente a la nueva reforma que se le quiere hacer a nuestra Constitución. Y justo cuando estoy pensando en todas estas interrogantes me llega la invitación del TEATRO DE SAN MARTIN DE CARACAS, sobre una muestra de teatro venezolano que se titula ESCRITO AQUÍ. Una invitación, para asistir a ver una muestra de teatro venezolano escrito por jóvenes dramaturgos que nadie muestra, “estrenos absolutos de obras del teatro Venezolano actual” y que según Ott, define como “… una “impronta” de nuevos autores, algunos jóvenes y otros no tanto, pero todos de gran calidad,  que serían un lujo para cualquier otro movimiento teatral del continente. Pero aquí son dejados a un lado, como es nuestra tradición.” Muestra, que desde ya, aplaudo de pie y celebro con entusiasmo, deseándoles éxito a estos dramaturgos que he leído y que algunos conozco y aprecio por su calidad literaria. Sin embargo, la nota amarga de este artículo es la pregunta:  ¿Por qué “Yo soy Carlos Marx” no está invitada para esta muestra?. “Yo soy Carlos Marx”, una pieza social, política que mete el dedo en la llaga de nuestra sociedad, que ya no es una llaga, sino una úlcera. Una obra que ganó el Premio de Dramaturgia Innovadora 2006 (que por cierto pasó por debajo de la mesa, sin libro publicado, ni acto, ni celebración, porque al Ministro Sesto casi le dio un infarto cuando se enteró que la autora es esta servidora, Gennys Pérez) y que gracias a la honorabilidad del jurado, el premio terminó haciéndose oficial, sino otro sería el cuento de este certamen. “Yo soy Carlos Marx”, una obra que tiene ocho meses esperando ser publicada, que es parte del premio, pero que sospecho no se publicará, sospecha lógica que tengo con todo derecho, porque en un país donde semanalmente la editorial El Perro y la Rana publica cinco libros semanales (según el propio Ministro), ésta pieza no sale del horno. ¿Por qué?. ¿Será por su carácter político? ¿Será porque al Ministro de la Cultura no le gusta la obra?. Pero, lo que más me duele no es que al Ministro no le de la gana de publicar mi obra, y que por supuesto el Ministerio de la Cultura nunca vaya a patrocinar la puesta en escena de “Yo soy Carlos Marx”, eso es obvio. No les interesa. No les puede interesar. Lo que me duele, es esta indiferencia de mi colega Ott, al no incluir una obra de este calibre en su muestra de teatro venezolano, ¿será que mi obra no es venezolana? Y mi reclamo, si lo podemos llamar así,  no es que no se  haya incluido a Gennys Pérez, tampoco se incluye las obras de Ana Teresa Sosa, obras como: “Con los demonios adentro”, “Violento”, “Maldita de todos”, por cierto, todas con premios nacionales e internacionales… O por qué, no veo incluida a Laly Armengol, que tiene obras emblemáticas como“Ellas hablan solas”, “Ojos sembrados”, “Puntos suspensivos…”, una dramaturga de alto calibre que tiene décadas luchando en Maracay para que su dramaturgia sea reconocida y que tiene muy pocas oportunidades de confrontar su escritura aquí en la capital… ¿Por qué no está Mariozzi Carmona?, también de Maracay, dramaturga que ha tocado temas transgresores de nuestra sexualidad. ¿Por qué no está Indira Páez y sus “Crónicas Desquiciadas”?, ¿Javier Moreno? Extraordinario autor al que conocemos muy poco, pero de una dramaturgia muy sólida…  En fin, me pregunto los lineamientos que sugirieron esta muestra y por qué tantas ausencias importantes desde el punto de vista de las obras escritas. Y no es un ataque de ego, de vanidad, un arrebato de ira, o de resentimiento, mi reclamo… No creo ser tan básica, aunque confieso, que hasta a mí, me molesta el tono melodramático y resentido que pueda tener este escrito, pero ¿qué le vamos hacer cuando el tintero exige reventar?, pues considero injusto para la historia actual de la dramaturgia venezolana, estas ausencias. Y es ahí donde cabe  la pregunta que me revolotea en el cerebro: ¿No había cabida para “Yo soy Carlos Marx”?, y no porque la haya escrito yo, que es lo menos importante, ya que en el fondo lo que importa es que el espectador se encuentre con las obras, las haya escrito quien las haya escrito, incluso  “un intelectual de la derecha”, “intelectual del imperialismo”, “intelectual del CIA”, como  nombra el Ministro a todo artista que se atreve a criticar su gestión. Si es dramaturgia Venezolana, es escrita por venezolanos, y venezolanas, independientemente cual sea su convicción política. Es precisamente este malestar, que me lleva a los recuerdos… Recuerdo con mucho cariño, los finales de los ochenta, cuando yo era una incipiente actriz de teatro, y a las afueras del Teatro Teresa Carreño, ya andábamos tú, Gustavo, Elio Palencia, Romano Rodríguez y René Chamorro, que eran unos incipientes dramaturgos, recuerdo que un grupo de jóvenes ensayábamos a pleno sol a las afueras del Teatro, donde también estaba Indira Páez, que en esos momentos también era actriz, me asaltan las imágenes de  aquellas primeras obras de teatro, por cierto, también para hacer una muestra de jóvenes dramaturgos venezolanos. ¿Lo recuerdas Ott?…Recuerdo el inclemente sol, el pan con mantequilla y la botella de pepsi-cola, los ensayos hasta la madrugada… Aquel edificio abandonado que se tomó como escenario, donde hoy día funciona el Laboratorio Teatral Ana JuliaRojas. Recuerdo con mucha intensidad mi largo caminar después de ensayar la obra de Chamorro, yo, como muchos otros, caminaba orgullosa porque era parte de esa muestra de nuevos dramaturgos, caminaba  hasta una pensión en la Candelaria donde sólo me esperaba una pequeña cama, una lamparita y una cafetera, pero donde era inmensamente feliz, feliz porque hacía lo que tanto amaba y lo hacía con los que serían los grandes dramaturgos de mi país. No me equivoqué en mi felicidad. Ahí están tus obras y las de Elio Palencia, obras que me llenan de orgullo cuando las disfruto viéndolas en el escenario. Lo recuerdo tanto, como si apenas hubiera pasado una semana, y no estos quince años que hemos sobrevivido al teatro. Eran tiempos en que hablábamos más de teatro y menos de política. Como dice Barrera Tyszka: “la historia política nos ha invadido, quiere meterse detrás de las vocales, danzar debajo de las sábanas, sacudir tu timidez, rascar tus deseos, asomarse a todo, saberlo todo”… ¿Será por eso que no se incluye “Yo soy Carlos Marx” ? ¿Será por eso que en el Ministerio de la Cultura no me quisieron dar presupuesto para llevarla a escena? ¿Será por eso que no se termina de publicar?. No sé en qué momento, se pierden los recuerdos. Pero, hoy… Precisamente hoy, cuando me llega la invitación del Teatro que tú diriges, y que nombras con palabras tan certeras y hermosas como un Ciclo de teatro venezolano que “aparece de una necesidad “que proviene de la vergüenza”, me pregunto: ¿No te da vergüenza no haber incluido la pieza teatral “Yo soy Carlos Marx”?, ¿o“El Secreto de la Felicidad ”, Premio Monte Ávila Editores, y también Premio Nacional del Libro?. Quizá lo que yo escribo no es venezolano. Perdona mi dureza, y que esta reflexión suene a un bolero gastado, pero presiento que precisamente, lo que nos quieren quitar, es la capacidad de recordar quiénes somos, de dónde venimos,  y no importa si el recuerdo nos lleva a los cuarenta años, a la Cuarta República ,  porque  esos cuarenta años, que esta gestión tanto odia y desprecia, esos cuarenta años nos pertenecen, porque de ahí venimos nosotros… Me excuso nuevamente por mis reflexiones públicas, pero no puedo quedarme en silencio, cuando dentro de mí, late como un huracán ese amargo sabor de constatar que somos nosotros mismos, los teatreros quienes nos excluimos unos a otros, y que con nuestras pequeñas mezquindades, nuestros pequeños olvidos, les damos razones al Estado Venezolano para que nos castigue con su látigo de la indolencia, así se siguen haciendo Festivales, publicaciones, antologías, muestras de toda índole, donde muchos, siempre estamos excluidos, porque en la cultura, como en los bares venezolanos, se reserva el “derecho de admisión”; y este “derecho de admisión”, es lo que le ha hecho mucho daño al desarrollo del teatro venezolano, pues seguimos funcionando como pequeños ghettos, pequeñas aldeas primitivas que cuidan sus particulares hogueras… Ese ha sido nuestro problema como sector. Te pido perdón por  sentir esta sospecha terrible,  pero creo que inconscientemente somos parte de una conspiración para desaparecer lo que un día fuimos, lo que un día nos unió: El sueño de hacer un teatro vital. Así vamos todos, en esta carrera atlética de preservarnos en el frágil territorio del teatro, olvidándonos unos a otros, excluyéndonos unos a otros, siendo indiferentes unos a otros… En el peor de los casos, que no es el tuyo, porque te conozco, y me consta tu disciplina, tu talento  y tu trabajo feroz, saboteándonos unos a otros… ¿Y para qué tanta mezquindad? Para que un Estado Cultural, que es el que tiene el poder económico de hacernos crecer como nación y como creadores de grandes ligas, se fortalezca en sus mediocres propuestas culturales, propuestas que sólo sirven para justificar un Estado Cultural que se hunde en el más terrible de los males de nuestro país: El Hombre del maletín que saca 800 mil dólares del país cada vez que le da la gana… Ese terrible monstruo que es un cáncer, la corrupción. Pensemos en eso, por un rato, al menos un día… Y preguntémonos qué estamos haciendo con nuestro teatro y  a quién le hacemos el juego, mientras seguimos, en este afán, ESCRITO AQUÍ, haciendo de la dramaturgia un grito, una urgencia, una muestra, que por demás era necesaria en nuestro país… Sigamos… Unos con mayor suerte en sus teatros, con sus presupuestos, y otros con todos los recuerdos vivos, con todo el teatro vivo, como un animal herido sin poder mostrar su teatro. Yo no olvido, que me he formado con los mejores hombres y mujeres de teatro, con los mejores dramaturgos, esos que lanzaban grandes frases al aire, como las que tú también aprendiste: "LO ÚNICO DECENTE PARA UN ARTISTA, ES ESTAR CONTRA EL PODER” (Diario El Mundo, Caracas. Abril de 2005). Eso es lo que hace  “Yo soy Carlos Marx”, estar contra el poder.



Gennys Pérez,


Dramaturga.


Caracas, 26 de Agosto de 2007.

martes, julio 30, 2013

Historias que vale la pena leer

A continuación les voy a dejar dos fragmentos de una entrevista que me parece maravillosa de Leonardo Padrón al cantautor argentino Facundo Cabral. El primero narra una anécdota de su infancia que creo que es un gran ejemplo de lucha desde la más pura inocencia... La segunda anécdota, que parece poesía, es sobre un concierto en nuestro Aula Magna, supongo que su ultima presentación en el país.

Un viaje de iniciación. 

Exactamente…Recién ahora lo estoy pensando. Me crucé con 
gente de mucho dinero que me llevaba en su auto cien kilómetros,
 gente que me llevaba a caballo otros veinte kilómetros, y, bueno,
 así llegué a Buenos Aires y le pregunté a un vendedor de
 verduras que estaba en la Plaza Constitución: 
“Oye ¿conoces a un señor que se llama Perón?”…

Menuda pregunta. 

Por eso no quiero que suene a anuncio político... Y me dice que 
sí, que es el presidente del país. “¿Dónde puedo hablar con él?”, 
le pregunto y me responde: “Bueno, vas derecho por la 9 de julio, 
cruzás a la derecha que es la calle Pellegrini, llegás a la Avenida de 
Mayo, doblás a la derecha, hacés cuatro o cinco cuadras, llegás a
una plaza, detrás de allí hay una casa absurda, ridículamente pintada 
de rosado, y bueno, ahí es”, me dijo muy burlón. Y yo pensé 
que “no es cierto, el presidente no puede estar en una casa rosada”.
 Entonces me dice que los presidentes suelen ser gente ocupada 
y que es muy difícil que me atienda. “Además –me dice- sos 
un niño, muy poco serio. Te van a mandar a la sociedad de no sé 
qué. Pero mira, yo leí en el periódico que mañana es el aniversario 
de la Ciudad de La Plata. Ve ahí, que a lo mejor cuando entre a la 
Catedral puedes llegar a él. No creo que sea fácil, pero tú ve”.
De allí había salido con mi madre. Yo nací a dos cuadras de donde 
después me encontré con Perón. Mira lo que es el círculo. Yo, sin 
darme cuenta, había cerrado mi primer círculo a los nueve años. 
Era 1946, recién había subido al poder y Perón era el profeta que 
volvía a la tierra. Él fue tal vez el hombre más amado de la historia 
argentina en su momento

El mesías prometido. 

El Mesías y con ella, con Eva… hermosa… mi Dios. Ese vendedor
 de la plaza fue mi primer socio. Muchos años después, cuando
 empecé a ser conocido y había aparecido en televisión, siempre 
que iba a un programa preguntaba por el tipo de la plaza y un día 
lo reencontré, muy viejecito. Mira lo que es la vida. Él me pagó el 
tren y fue mi primer viaje pago. Me compró un sándwich glorioso 
y yo salí y pasé toda la noche en la Catedral. A la mañana siguiente
 empezaron a llegar multitudes y a las doce llegó el auto espléndido, 
un auto descapotable, delante el chofer, el gobernador, que 
era un coronel mercante, y atrás, de pie, a la izquierda, la señora 
Eva. Fue la primera cosa bella que ví en mi vida. Yo descubrí a la 
mujer con Eva Perón. ¡La belleza, con un vestido!... Y a la derecha, 
estaba Perón con su uniforme de gala, ¡espléndido! Corrí hacia el 
auto y cuando estaba llegando me cazó un policía, pero Perón
 estaba saludando por ese lado y lo vio y le dijo: “Déjelo que venga”. Y 
fui hasta el auto, me subí al estribo y entonces me dijo: “¿Querías
 hablar conmigo?” Y le digo, “Sí ¿hay trabajo?”. Hizo parar el auto 
en medio de la multitud. Le repito “¿hay trabajo?”. Y la señora Eva, 
que iba al lado, escuchó, se acercó y me dijo: “¡Por fin alguien 
que pide trabajo y no limosna! Por supuesto que hay trabajo, mi 
amor, siempre hay trabajo. Encárguense del niño”. Me llevaron a 
un lugar, me dieron ropa nueva, me bañé después de meses, comí 
comida caliente. Me sentí respetado, sentí que era parte de la sociedad. 
La señora Eva llegó como a las tres horas, ante el asombro de 
toda esa gente, y dijo: “Mi amor, tuvimos suerte, ya conseguimos 
un trabajo para tu madre”. Así fue como nos fuimos a vivir a una 
escuela en Tandil, a 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, en la 
Provincia de Buenos Aires. Mi madre estuvo internada un año, le 
salvaron la vida.


Cuando algunos cronistas dicen que eres una suerte de gurú, 
un sacerdote, un profeta o dicen que eres el juglar del siglo XX, 
¿te parece excesivo o un justo reconocimiento?

Sospecho que no entiendo de qué se habla porque ese no era el 
plan. Yo lo agradezco mucho, porque para mí, como público, digo 
que Silvio Rodríguez y Pablo Milanés son el lujo de la canción de la 
lengua española. ¡Son el Rolls Royce!, me sale del alma. A lo mejor 
ellos, cuando dicen que soy un gurú, lo dicen con el mismo amor 
y el mismo aprecio, ¿qué se yo? Tal vez. Pero si es así, no es cosa 
mía, yo vivo y cuento mi experiencia.
¿Te puedo contar una historia que sucedió acá, en Venezuela?, te 
digo porque esto es clave para lo que estaba diciendo recién de que 
hay gente que cree que uno es un gurú…
Estaba en el Aula Magna de la Ciudad Universitaria, en Caracas, 
llena de un público donde todos eran jóvenes, menos una viejecita,
 además, muy humilde. Todo el mundo la veía extrañado porque 
era como si la Madre Teresa estuviera en un concierto de los 
Rolling Stones. Era muy raro. Antes de que terminara de cantar, 
ella se subió al escenario, y yo tuve que parar porque ella subió a 
saludarme y no había terminado “No soy de aquí ni soy de allá”, la 
última canción del concierto. Ella subió y me dijo: “Señor Cabral, 
perdone que le interrumpa pero le quiero dar un beso y un
 abrazo”. Los muchachos estaban todos encantados con esa viejecita
 que cortaba la canción y subía a darme un abrazo ya mismo. 
Y entonces ella me dijo: “¿Sabe?, estoy tan feliz porque usted me contó un 
cuento hoy. Es más, mire, ¿sabe que era lo que más me gustaba 
a mí cuando yo era niña?” No. “Que mis padres me contaran un 
cuento”. Ya se iba y se devolvió para decir: “Un día fueron a la Isla 
de Margarita y la barca naufragó y murieron los dos. Me quedé sin 
mi cuento, claro. Me llevaron a un asilo de monjas y yo todas las 
noches esperaba mi cuento, pero pobrecitas, estaban tan ocupadas, 
tantos niños. Pasó el tiempo y yo esperaba; siempre seguí esperando
 mi cuento. Yo necesitaba mi cuento y no aparecía. Me casaron 
con un señor que traía cosas al asilo que no sólo no me contaba 
cuentos, ni siquiera me hablaba; yo lo único que sabía era que cada 
vez que llegaba borracho íbamos a tener un hijo más”. La viejecita 
hace como que se va, pero se devuelve: “…Y yo esperando mi 
cuento, y me quedo sola con mis niños porque él se fue también, y 
los voy criando, siete hijos, me dice, como Sara, como usted contó 
de su madre, y ya ve que la vida se los lleva, la vida te los presta 
un rato, pasan por uno y se los llevó la vida. Yo sola esperando mi 
cuento y llego a esta edad y viene usted y me cuenta un cuento, 
¿cómo no lo voy a querer?”…Y me vuelve a abrazar. Los muchachos
 del Aula Magna, ya enloquecidos, la aplaudían, fue maravilloso. 
Después me dice: “Esta noche aprendí para qué sirve un cuento:
 cuando era niña servía para que me durmiera en paz, y ahora 
usted me cuenta un cuento para que yo me muera en paz porque 
tengo un cáncer terminal. ¡Que Dios lo bendiga!”…En ese 
momento supe para qué subo al escenario. 
Alguien se muere en paz porque uno le contó un cuento.


La entrevista completa a quien quiera leerla... =)

sábado, julio 06, 2013

Hoy te dejo...

Las rupturas son necesarias, bienvenidas. Tener el valor de dejar recuerdos atrás, cerrar las páginas de ese libro que te condujo a sus páginas de historia, rebeldía y revolución, con el cual, disfrutaste, aprendiste y te llevó a descubrir muchas cosas antes desconocidas, tal cual niñita entrando en un mundo desconocido.

¡¡¡Y como olvidar!!! Aquellas historias nunca contadas, esas noches de ingenuidad, risa y felicidad. Esos momentos en los que una simple guitarra y una compañía te hacían separarte del mundo por un instante y soñar con el utópico. Esos fastidiosos domingos leyendo mientras te atiborrabas de café, esos tontos piques sentimentales. Como olvidar ese grandioso encuentro internacional, rodeada de luchadores dignos de América Latina, jóvenes que al igual que en Venezuela luchan contra las injusticias en su países, con admirables espíritus de pasión, rebeldía y combatividad. Esos cánticos quedaron grabados de forma imborrable. Como esquecer o sotaque brasileiro chamativo! jajaja. Como olvidar esas agradables tardes de café en algún cafetín de la universidad, con un despreciable acostumbramiento involuntario al humo de cigarro. Como olvidar esas risas en los ríos de Chuao, como olvidar esa fuga...

Pero la realidad, necia al fin, llama y ataca, y casi magicamente, esa venda no se pudo sostener más, cayó por el peso de la verdad y me presenta un libro vacío que debo empezar a rellenar.

Hoy, entiendo todo lo que antes subestimaba por ignorancia. Pero, creo que lo más importante es que aprendí que nunca la realidad podrá ser invisibilizada por un sueño ideológico.Hoy, es hora de dejar prejuicios, miedos y recuerdos atrás, desechar todo lo que nunca benefició y recoger todo el aprendizaje. El libro en el que empiezo a escribir mi historia es otro, con nuevos personajes, temas y capítulos.

Hoy me despido, curiosamente sin ningún sabor amargo, por diferentes visiones de la realidad, pero convencida de que en un futuro no lejano nos reencontraremos en la lucha. Hoy te dejo, Marea Socialista, pero nos reencontraremos, porque hoy más que nunca estoy convencida de que para estar al lado del pueblo, indispensable es combatir a este Gobierno.