Esto es una pequeña muestra de lo
que pasa en Venezuela. La exclusión, la imposición, y la censura también
lideran la cultura promovida por el Gobierno. Y algunos pretenden olvidar su
historia, sus luchas y prefieren venderse. El arte no se puede imponer, no se
puede pretender adoctrinar a través de él, eso si es una burla para cualquier
persona, que lo más grande que puede tener es el poder de pensar, pensar por sí
mismo y elegir. El arte está incompleto si se pretende ignorar ideas y
opiniones. Es como una mesa con 3 patas.... Tremenda carta escrita por la
dramaturga Gennys Pérez dirigida a su colega Gustavo Ott
Gennys Pérez
Para Gustavo Ott, de una venezolana.
¿Están vinculados el teatro y la política?
¿Podrá el teatro caminar libremente sin sentirse perseguido políticamente?
¿Esto que se llama democratización de las instituciones culturales, qué
significa? ¿Significa que dentro de cada institución tendremos que admitir un
“supervisor-asesor” del Ministerio de la Cultura que husmee nuestros proyectos
artísticos? ¿Nuestro arte tendrá que ideologizarse? ¿Qué significa la sentencia
de esta semana del Ministro, “la fuerza de la ideología”? ¿Ideología,
ideología, más ideología?. “Es la superestructura para ir cambiando las
costumbres”, dijo nuestro Presidente… Me pregunto: ¿Qué costumbres tan
desesperadamente quieren cambiar? En este orden de ideas: ¿Qué teatro podremos
ver? ¿Qué teatro escribiremos? ¿Qué teatro podremos aplaudir? ¿Qué teatro
podremos publicar? ¿Un teatro cercano a nuestras interrogantes actuales como
ciudadanos? ¿O un teatro que no meta el dedo en la llaga a los temas que están
en el tapete de nuestra sociedad? ¿Un teatro ideologizado? ¿Un teatro banal?
¿Un teatro que no toque temas políticos? ¿Qué no denuncie la corrupción? ¿Un
teatro que no de cifras de asesinatos? ¿Un teatro que no sea social ni
político? ¿Cuáles dramaturgos y dramaturgas aparecerán y cuáles
desaparecerán? ¿Tendremos también a unos Fiscales citándonos para declarar
sobre nuestras obras, como le pasó al cineasta espontáneo Jackson
Gutiérrez con su ópera prima “azotes de barrio”?, celebrado por
la prensa como nuestro Quentin Tarantino de los barrios de Petare. Todo esto me
lo pregunto, frente a la nueva reforma que se le quiere hacer a nuestra
Constitución. Y justo cuando estoy pensando en todas estas interrogantes me
llega la invitación del TEATRO DE SAN MARTIN DE CARACAS, sobre una muestra
de teatro venezolano que se titula ESCRITO AQUÍ. Una invitación, para
asistir a ver una muestra de teatro venezolano escrito por jóvenes dramaturgos
que nadie muestra, “estrenos absolutos de obras del teatro Venezolano actual” y
que según Ott, define como “… una “impronta” de nuevos autores,
algunos jóvenes y otros no tanto, pero todos de gran calidad, que serían
un lujo para cualquier otro movimiento teatral del continente. Pero aquí son
dejados a un lado, como es nuestra tradición.” Muestra, que desde ya,
aplaudo de pie y celebro con entusiasmo, deseándoles éxito a estos dramaturgos
que he leído y que algunos conozco y aprecio por su calidad literaria. Sin
embargo, la nota amarga de este artículo es la pregunta: ¿Por qué
“Yo soy Carlos Marx” no está invitada para esta muestra?. “Yo soy Carlos
Marx”, una pieza social, política que mete el dedo en la llaga de nuestra
sociedad, que ya no es una llaga, sino una úlcera. Una obra que ganó el Premio
de Dramaturgia Innovadora 2006 (que por cierto pasó por debajo de la mesa,
sin libro publicado, ni acto, ni celebración, porque al Ministro Sesto casi le
dio un infarto cuando se enteró que la autora es esta servidora, Gennys
Pérez) y que gracias a la honorabilidad del jurado, el premio terminó
haciéndose oficial, sino otro sería el cuento de este certamen. “Yo soy
Carlos Marx”, una obra que tiene ocho meses esperando ser publicada, que
es parte del premio, pero que sospecho no se publicará, sospecha lógica que
tengo con todo derecho, porque en un país donde semanalmente la editorial El
Perro y la Rana publica cinco libros semanales (según el propio Ministro),
ésta pieza no sale del horno. ¿Por qué?. ¿Será por su carácter político? ¿Será
porque al Ministro de la Cultura no le gusta la obra?. Pero, lo que más me
duele no es que al Ministro no le de la gana de publicar mi obra, y que por
supuesto el Ministerio de la Cultura nunca vaya a patrocinar la puesta en
escena de “Yo soy Carlos Marx”, eso es obvio. No les interesa. No les
puede interesar. Lo que me duele, es esta indiferencia de mi colega Ott, al
no incluir una obra de este calibre en su muestra de teatro venezolano, ¿será
que mi obra no es venezolana? Y mi reclamo, si lo podemos llamar así, no
es que no se haya incluido a Gennys Pérez, tampoco se incluye las
obras de Ana Teresa Sosa, obras como: “Con los demonios adentro”,
“Violento”, “Maldita de todos”, por cierto, todas con premios nacionales e
internacionales… O por qué, no veo incluida a Laly Armengol, que tiene
obras emblemáticas como“Ellas hablan solas”, “Ojos sembrados”, “Puntos
suspensivos…”, una dramaturga de alto calibre que tiene décadas luchando
en Maracay para que su dramaturgia sea reconocida y que tiene muy
pocas oportunidades de confrontar su escritura aquí en la capital… ¿Por qué no
está Mariozzi Carmona?, también de Maracay, dramaturga que ha tocado
temas transgresores de nuestra sexualidad. ¿Por qué no está Indira Páez y
sus “Crónicas Desquiciadas”?, ¿Javier Moreno? Extraordinario autor al
que conocemos muy poco, pero de una dramaturgia muy sólida… En fin, me
pregunto los lineamientos que sugirieron esta muestra y por qué tantas
ausencias importantes desde el punto de vista de las obras escritas. Y no es un
ataque de ego, de vanidad, un arrebato de ira, o de resentimiento, mi reclamo…
No creo ser tan básica, aunque confieso, que hasta a mí, me molesta el tono
melodramático y resentido que pueda tener este escrito, pero ¿qué le vamos
hacer cuando el tintero exige reventar?, pues considero injusto para la
historia actual de la dramaturgia venezolana, estas ausencias. Y es ahí donde
cabe la pregunta que me revolotea en el cerebro: ¿No había cabida
para “Yo soy Carlos Marx”?, y no porque la haya escrito yo, que es lo
menos importante, ya que en el fondo lo que importa es que el espectador se
encuentre con las obras, las haya escrito quien las haya escrito, incluso
“un intelectual de la derecha”, “intelectual del imperialismo”, “intelectual
del CIA”, como nombra el Ministro a todo artista que se atreve a criticar
su gestión. Si es dramaturgia Venezolana, es escrita por venezolanos, y
venezolanas, independientemente cual sea su convicción política. Es
precisamente este malestar, que me lleva a los recuerdos… Recuerdo con mucho
cariño, los finales de los ochenta, cuando yo era una incipiente actriz de
teatro, y a las afueras del Teatro Teresa Carreño, ya andábamos tú, Gustavo,
Elio Palencia, Romano Rodríguez y René Chamorro, que eran unos incipientes
dramaturgos, recuerdo que un grupo de jóvenes ensayábamos a pleno sol a las
afueras del Teatro, donde también estaba Indira Páez, que en esos momentos
también era actriz, me asaltan las imágenes de aquellas primeras obras de
teatro, por cierto, también para hacer una muestra de jóvenes dramaturgos
venezolanos. ¿Lo recuerdas Ott?…Recuerdo el inclemente sol, el pan con
mantequilla y la botella de pepsi-cola, los ensayos hasta la madrugada… Aquel
edificio abandonado que se tomó como escenario, donde hoy día funciona el Laboratorio
Teatral Ana JuliaRojas. Recuerdo con mucha intensidad mi largo caminar
después de ensayar la obra de Chamorro, yo, como muchos otros, caminaba
orgullosa porque era parte de esa muestra de nuevos dramaturgos, caminaba
hasta una pensión en la Candelaria donde sólo me esperaba una pequeña
cama, una lamparita y una cafetera, pero donde era inmensamente feliz, feliz
porque hacía lo que tanto amaba y lo hacía con los que serían los grandes
dramaturgos de mi país. No me equivoqué en mi felicidad. Ahí están tus obras y
las de Elio Palencia, obras que me llenan de orgullo cuando las disfruto
viéndolas en el escenario. Lo recuerdo tanto, como si apenas hubiera pasado una
semana, y no estos quince años que hemos sobrevivido al teatro. Eran tiempos en
que hablábamos más de teatro y menos de política. Como dice Barrera
Tyszka: “la historia política nos ha invadido, quiere meterse detrás de
las vocales, danzar debajo de las sábanas, sacudir tu timidez, rascar tus
deseos, asomarse a todo, saberlo todo”… ¿Será por eso que no se incluye “Yo
soy Carlos Marx” ? ¿Será por eso que en el Ministerio de la Cultura no me
quisieron dar presupuesto para llevarla a escena? ¿Será por eso que no se
termina de publicar?. No sé en qué momento, se pierden los recuerdos. Pero,
hoy… Precisamente hoy, cuando me llega la invitación del Teatro que tú diriges,
y que nombras con palabras tan certeras y hermosas como un Ciclo de teatro
venezolano que “aparece de una necesidad “que proviene de la vergüenza”,
me pregunto: ¿No te da vergüenza no haber incluido la pieza teatral “Yo
soy Carlos Marx”?, ¿o“El Secreto de la Felicidad ”, Premio Monte Ávila
Editores, y también Premio Nacional del Libro?. Quizá lo que yo escribo no
es venezolano. Perdona mi dureza, y que esta reflexión suene a un bolero
gastado, pero presiento que precisamente, lo que nos quieren quitar, es la
capacidad de recordar quiénes somos, de dónde venimos, y no importa si el
recuerdo nos lleva a los cuarenta años, a la Cuarta República ,
porque esos cuarenta años, que esta gestión tanto odia y desprecia, esos
cuarenta años nos pertenecen, porque de ahí venimos nosotros… Me excuso
nuevamente por mis reflexiones públicas, pero no puedo quedarme en silencio,
cuando dentro de mí, late como un huracán ese amargo sabor de constatar que
somos nosotros mismos, los teatreros quienes nos excluimos unos a otros, y que
con nuestras pequeñas mezquindades, nuestros pequeños olvidos, les damos
razones al Estado Venezolano para que nos castigue con su látigo de la
indolencia, así se siguen haciendo Festivales, publicaciones, antologías,
muestras de toda índole, donde muchos, siempre estamos excluidos, porque en la
cultura, como en los bares venezolanos, se reserva el “derecho de admisión”; y
este “derecho de admisión”, es lo que le ha hecho mucho daño al desarrollo del
teatro venezolano, pues seguimos funcionando como pequeños ghettos, pequeñas
aldeas primitivas que cuidan sus particulares hogueras… Ese ha sido nuestro
problema como sector. Te pido perdón por sentir esta sospecha
terrible, pero creo que inconscientemente somos parte de una conspiración
para desaparecer lo que un día fuimos, lo que un día nos unió: El sueño de
hacer un teatro vital. Así vamos todos, en esta carrera atlética de
preservarnos en el frágil territorio del teatro, olvidándonos unos a otros,
excluyéndonos unos a otros, siendo indiferentes unos a otros… En el peor de los
casos, que no es el tuyo, porque te conozco, y me consta tu disciplina, tu
talento y tu trabajo feroz, saboteándonos unos a otros… ¿Y para qué tanta
mezquindad? Para que un Estado Cultural, que es el que tiene el poder económico
de hacernos crecer como nación y como creadores de grandes ligas, se fortalezca
en sus mediocres propuestas culturales, propuestas que sólo sirven para
justificar un Estado Cultural que se hunde en el más terrible de los males de
nuestro país: El Hombre del maletín que saca 800 mil dólares del país cada vez
que le da la gana… Ese terrible monstruo que es un cáncer, la corrupción.
Pensemos en eso, por un rato, al menos un día… Y preguntémonos qué estamos
haciendo con nuestro teatro y a quién le hacemos el juego, mientras
seguimos, en este afán, ESCRITO AQUÍ, haciendo de la
dramaturgia un grito, una urgencia, una muestra, que por demás era necesaria en
nuestro país… Sigamos… Unos con mayor suerte en sus teatros, con sus
presupuestos, y otros con todos los recuerdos vivos, con todo el teatro vivo,
como un animal herido sin poder mostrar su teatro. Yo no olvido, que me he
formado con los mejores hombres y mujeres de teatro, con los mejores
dramaturgos, esos que lanzaban grandes frases al aire, como las que tú también
aprendiste: "LO ÚNICO DECENTE PARA UN ARTISTA, ES ESTAR CONTRA EL
PODER” (Diario El Mundo, Caracas. Abril de 2005). Eso es lo que hace “Yo
soy Carlos Marx”, estar contra el poder.
Gennys Pérez,
Dramaturga.
Caracas, 26 de Agosto de 2007.